Me escondo hoy de la vieja Contreras.
Quiero primero ir a ver el vestido de novia que tiene mi Cádiz y me llego a la Alameda...mi Cádiz... Voy llegando desde la plaza de Mina y como una sirena embrujada por la luna llena me echo en los brazos de la balaustrada, ella vieja, cansada, picada de viruelas... que en algunos tramos parece pertenecer a una vieja goleta allí varada.
Me hago tan pequeña entonces que puedo acompañar a las gaviotas señoras y ansío ser como ellas, poder planear sobre las olas pequeñas y sentir la caricia fresquita de los encajes de espuma.
Mejor que tener un dios es tenerla a ella. Llenarse los ojos de mar y nublarlos de lágrimas... que no hay en mí deseo mayor que fundirme algún día en estas aguas.
Si viene alguien hablando otra lengua miro de reojo y me lleno de orgullo; veo a la gente extasiada perder la mirada allá lejos... y después seguir caminando a su vera, al ladito de este mar que yo llevo en mis venas.
Me escondo hoy de la vieja Contreras...
La niña Caleta tiene la carita sucia y me da pena. Tiene pecas de cristales rotos en su orilla, heridas de plástico, piropos de carnaval como colgajos y horquillas de colores recogiendo su melena que a veces le dejan olvidos oleosos...
Camino por su pecho vestido con un jersey de basura y me acuerdo del Caleti. Un pellizquito salado me hace parar y me agacho por cualquier cosa, cualquier cosa vale para la niña Caleta más que un piropo...
Me llevo un vaso de plástico y un paquete vacío lleno de arena mojada...
¡Dice que te echa de menos, Fernando!
El pellizquito salado me lleva a la papelerera y después a la Laja... allí no me encuentra Contreras...
Y mientras escribo borracha de amores un verso a tu nombre vienes y me salpicas traviesa, mi niña Caleta, un beso.
sigo descubriendo letras cautivantes, digo volver, aseguro recordar.
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